1 de diciembre de 2013

manzoni, mr. bingo y el jardín de méndez


Y no. Méndez no me había pintado entre los retratos alegóricos de las personalidades locales. No conocía mi blog, Méndez, no sabía quién era faro de las letras y quién no. Pero le perdoné, y tras el perdón y el sarao nos fuimos, al menos, a su jardín. El de Méndez. Allí se habló de arte, naturalmente. La gente sabía mucho; sabía que lo petaba, tíos. Que si el Manzoni, que si el Yves Klein. Mientras, yo en posesión de la idea obsoleta de que con Kokoshka, con Dufy y con Otto Dix ya uno se puede pasear tranquilo por el meollo de la sofisticación. Mal. No puede.

No puede. Uno tiene que tener respuestas.

Alguien preguntó mi parecer sobre los botes de mierda de artista, del Manzoni. Me incomodó, hombre, ¿qué opinión es dable sostener sobre una lata full of shit? Fútbol es fútbol, mierda es mierda. Pero, le dije, aún te diré más: que como chiste es obvio, como provocación es pueril, como reflexión es cutre. La cosa excremental es lo de menos. Lo preocupante es cuando un artista random se lanza a filosofar. Eso sí que es mierda a las finas hierbas.

Mi mierda enlatada. Una idea de bar, de cuarta copaza. De segunda. Voy a enlatar mi mierda y la voy a vender. Me juego el chalé a que eso se ha dicho en los bares seis millones de veces en los últimos cincuenta años, sin saber que lo hizo Manzoni. Manzoni, ese hombre que cagó a precio exacto de oro, porque cagó con discurso. Y un discurso acoplado a una lata

una película

un cuadro

una música

es una cosa temible.

Yo alzaba teatralmente el vodka con trina, en apoyo de mi perorata. También discurseaba, sí, pero sin título, ná más con metafísica del chino y líquido de frenos en las venas, procedentes ambos del falso botellón de Absolut. El jardín de Méndez estaba a mis pies y ya quise rematar por la tangente en favor de Yves Klein. Porque al Yves yo sí le río las gracias. Eso de vender un espacio vacío y tirar los dineros de la venta al Sena; eso del azul; eso de la Sinfonía monótona. Y, sobre todo, eso de las técnicas de judo aplicadas al pintureo. Yo encuentro su humor más sandunguero que el del Manzoni con sus mierdas en bote. Eso es todo. El genio aquí no tiene nada que ver ni que hacer; el genio, aquí, no está ni se le espera.

Esto decía cuando oí aplaudir a alguien a mis espaldas, a cierta distancia. Me giré y era Méndez, que reía y me batía palmas al tiempo que se acercaba con su barba. Llegó y me dijo al oído: muy bien, muy bien; y ahora, por gilipollas, te vas a despertar.

Vale. Me desperté. Pero no porque Méndez me hubiese echado del sueño, sino porque el cartero llamaba una vez, dos veces, hasta un total de muchas veces. Y me dejaba luego una postalica de Mr. Bingo. Seguramente me la acababa de enviar Méndez desde el otro lado del espejo.

Mr. Bingo es mucho más gracioso que Manzoni y que Klein, mucho más artista que Manzoni y que Klein porque yo, que lo acabo de descubrir, os lo digo. Él se hace unas postalitas que integran lo que llama hate mail, y que cualquiera de vosotros, igual que Méndez, puede enviar a quien no quiera bien, o incluso a quien quiera mal. Mr. Bingo nos da voz y talento y gracejo a nosotros, que odiamos a gente. Nosotros, a quienes nos caen mal los pelmas, los que hablan muy alto, los que cuentan sus miserias cada puta sobremesa, los que llevan jersey de cuello en pico, los que ponen nombres raros a sus hijos, los sobrados y los que les compran los libros a los presentadores de la tele.

Sabed, queridos, que ahora el arte está de nuestro lado.





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