31 de diciembre de 2011

fernandes y la justicia


No sobrevivimos a dos guerras mundiales y una fría para esto. No redactamos con sangre los derechos humanos y los del perro pachón; no hicimos constar en el preámbulo constitucional que aspiramos a un orden social justo para que llegue dos mil y pico y cojan y metan todos los premios del cómic en un volquete y vayan a descargarlo al jardín de Paco Roca.

Porque quedamos en que la justicia significaba que uno obtiene lo que merece. No menos y no más. En un orden justo las olimpiadas las gana Bolt y los mundiales los gana Iniesta. En un orden justo los que hacen música y novelas y cómics son retribuidos alternativamente con dólares y con prestigio. Si vendes mucho te compras una mansión y si eres genial te compras un plátano y dices, como Abraracurcix: puede que yo no tenga tu oro, pero tengo la gloria.

No nos inventamos el derecho natural, la ONU y los parlamentos para que la gente vaya y le rinda honores a Roca, un profesional que merece vivir de ello dignamente, como si fuera Will Eisner. En un orden justo los premios son para Carlos Giménez, Jordi Bernet, Raf, Miguelanxo Prado, Jan o Calpurnio Pisón, y en su defecto para cualquier autor con oficio que se aguante las ganas de hacer una novela gráfica sobre el alzhéimer, la Guerra Civil o la discriminación. Porque está claro que últimamente cuesta muchísimo, aguantárselas.

En un orden justo los genios lo son y los demás no lo somos, y los premios consisten en señalar esa grosería, esa prominencia de uno entre los demás que es el talento. Es el talento la cabecera de este blogue, frase sobre viñeta, Céline sobre José Carlos Fernandes, trueno sobre trueno. Ambos vecinos nuestros de mapa, uno abajo a la izquierda y otro arriba a la derecha. Nunca les tuvimos simpatía a los gabachos por un montón de cosas, pero el genio es el genio. Nunca supimos apreciar a los portugueses porque hacían picnic en la cuneta. Pero el genio es el genio.

José Carlos Fernandes creímos aquí que ya no nos podía caer mejor, y entonces leímos una entrevista en la que se metía con Diana Krall y Wynton Marsalis. Y lloramos de alegría.

Fernandes es responsable de La peor banda del mundo, una maravilla arrinconada en ese mundo del cómic que se empieza a atiborrar de dedos luminosos y suplementos que señalan como imprescindibles cosas tan fucking anodinas como El invierno del dibujante. Pero ocurre con el talento que es cruel y no se deja imitar.

Dos viñetas cualesquiera de la peor banda, esa obra casi invisible, que no es graphic novel y entonces no nos da para regalar en navidad, dos viñetas, decíamos, son a una página de Paco Roca lo que dos frases de Cunqueiro son a un párrafo de Rosa Regás. Y aquí hemos de decirlo porque nos sabemos en nuestros deberes cívicos y porque no queremos que, ni aún tratándose de cómics, el siglo XXI empiece como dijo Martin Luther King que transcurrió el XX: en medio del silencio de las buenas personas.

Que, para el caso, venimos a ser nosotros.

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