6 de septiembre de 2014

göbekli tepe, el terremoto mudo


Pocos asuntos más apasionantes que los estudiados por la arqueología: las trazas de la vida humana remota, extraviada en la noche de los tiempos. Otra cosa es la arqueología misma, como disciplina; sus teorías, sus procedimientos, y sus conclusiones festivaleras partiendo de la nada, o de la casi nada, para reconstruir mundos y civilizaciones con la mayor naturalidad. También para descalificar y negar evidencias en cuanto la escuálida ciencia arqueológica se ve comprometida por la presencia de las cosas.

Esas grandes desconocidas, las cosas.

Es una lástima que a casi nadie interese el pasado del hombre en la tierra. Sólo así se entiende que el hallazgo que dinamitó tantas de las verdades establecidas acerca de los tiempos remotos, Göbekli Tepe, haya tenido una repercusión en los medios equivalente a un accidente cualquiera en un país cualquiera que hubiera provocado, pongamos, cinco muertos.

Diez o más ya son una noticia de mucho mayor alcance. Lo entendemos, cómo no.

En 1994 se desenterró en Turquía apenas parte de unas construcciones; unas construcciones hasta entonces inconcebibles por todas las razones habidas y por haber. Göbekli Tepe aparece y las teorías saltan porque no hay acomodo posible entre una y otras. Eso, al igual que la Gran Pirámide, no puede estar ahí. Y poco se habla de ello.

Sí se hablaría de una locomotora eléctrica que fuera, un suponer, encontrada y fechada en 1214, y el hecho es equiparable. Pero en la educación, en la mente del ciudadano medio, existe la historia como una carrera lineal y cuesta arriba, desde el arado hasta el satélite, y la prehistoria, que es casi todo, queda confundida y uniformizada en una bruma pueril de taparrabos, piedras afiladas y brujos en cavernas.

Qué tristeza, hombre.

No vamos a explicar aquí Göbekli Tepe. El artículo de la Wiki empieza, en buena tradición arqueológica, afirmando con jolgorio qué es y por quiénes fue levantado, para reconocer, un rato después, que no se tiene idea y que no es posible tenerla. Podéis buscar artículos más serios; en apariencia, los hay.

Este blog no contiene opiniones expertas al respecto; sólo somos diletantes alfabetizados y con capacidad de comprensión lectora. Con esas modestas cualidades nos hemos ido haciendo ideas aquí y allá, y nos ha ido pareciendo más y más lógico, más y más inevitable, eso que defienden, al parecer, ciertos teóricos: que en la Tierra, la vida inteligente ha ido nadando a braza, ahora aparezco, ahora no; y sus restos, las civilizaciones muertas, los fue fagocitando la actividad sísmica, oceánica, geológica, bicheril. Y los borró el planeta de su faz; no tanto de sus sótanos, que ahí han de seguir.

Culturas enteras habrán sido y dejado de ser, y un millar de veces los mundos habrán empezado de nuevo.

Estaba la arqueología oficial para atarnos a la noria y dárselas de seria a base de ajustar las antiparras y decir que no. Y entonces Göbekli Tepe surgió del suelo y lo pulverizó todo; como otros restos conocidos, pero en este caso no había deudas de respeto a las gansadas decimonónicas. La comunidad académica hubo de tragar el sapo, y admitir lo errado de su discurso neolítico acerca de los orígenes de casi cualquier cosa.

Aunque a la sociedad de la información, ahogada en un torrente infinito de imágenes, tweets y vídeos instantáneos, no parece haberle impresionado demasiado.   
 

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