27 de agosto de 2011

ferrín y los vladimires


El comunismo, esa teoría, alumbró en la práctica, en el mundo que sangra y que caga, un montón de héroes y un montón de monstruosos hijos de puta. Por recorrer, se lo recorrió todo, el comunismo: la nobleza, la esperanza, el optimismo, la ceguera, la miseria, la crueldad más trágica.

Y esos records atléticos de la Kratochvilova y la Koch.

Maiakovski nos cae tan bien como mal nos cae Nabokov, Vladimires ambos. El último nació rico y delicado, y su infancia, vergonzosamente feliz y en varios idiomas, no merecía más que una revolución en contra. Revolución que hubo, ya sabemos, y qu
e propulsó a ambos dos. A Nabi, fuera de su palacio familiar, fuera de Rusia, a cazar mariposas ajenas. A Maiako, dentro del lío rojeras, en su mismo vientre, a jalear el bolchevismo.

Emociona muchísimo leerlo, a Maiakovski. Todo da igual. Lenin, los camaradas y lo que se quiera. Ahí están sus palabras como tormentas. Ahí está su suicidio a los treinta y siete. Y ahí está su foto que contiene todo lo anterior, porque esa cara es la de un hombre dentro de sí mismo, que no podía acabar más que siendo libre, escribiendo así, disparándose así.


(Lenin, Vladimir también, caviló mucho en la biblioteca pública de Zurich, mientras esperaba su momento ruso. Jugaba al ajedrez frente al Cabaret Voltaire.)


A Maiako lo atropellan las frases y só
lo parece preocupado por que le dé tiempo a decir. Ni una letra gastada intentando caer fenomenal, que es una cosa que pasa siempre con eso de los versos.

(Jugaba, Lenin, con Tristan Tzara, que después hizo sus manifiestos dadá y escribió en uno de ellos: me parezco bastante simpático.)


En el río de Marx y de Lenin no sólo se ahogó Maiakovski. También navegó como pudo Méndez Ferrín, no sé si sigue o si qué. Pasó un par de vece
s por la cárcel, por fliparse tanto con aquellos dos y con Galicia como para acabar escondiendo armas sin permiso. Pero Ferrín, mientras, se sudaba en 1976 un libro tremendo llamado Con pólvora e magnolias.

Nos cae bien, Xosé Luis. Por los pelos que nos lleva en la foto del libro; porque una vez le gastaron una broma en la tele y fue educadísimo y gracioso; porque otra vez salió en un programa de libros que presentaba un tío idiota de apellido Remesal, y, junto con Torrente Ballester, se rió de él y lo dejó a la altura del betún.


Y
porque además, es grande. Escribiendo.

(En un hotel de Zurich pregunté dónde estaba el Cabaret Voltaire. El hombre, extrañadísimo, no sabía, y tuvo que buscar en la interné como quien busca un pueblo de Noruega.)


Ferrín escribió, en esos días suyos marxistas, en ese libro que decíamos, cuyos prólogos interminables incluyen nada menos que un análisis intrínseco, algo que me gustó siempre y que empieza

Podería chamar agora

por Kerouac

porque antre os dous hai un río

de tristísimo outono


y luego sigue.


Y también me gusta otro que
principia

Saudemos á morte

na palma da man non sosteñamos ónices


No parecía muy contento en 1976, Xosé Luis. Pero al menos no lleva gafas en las fotos. Maiakovski tampoco. Es importante esto porque, gravemente indigestado de marxismo del malo, Pol Pot decidió un día que la lista de enemigos burgueses del pueblo camboyano, obligado a cultivar la tierra y callarse la boca, incluía a todo aquel que usara gafas, monóculos, lente
s o antiparras. Y entonces había que eliminarlo. Por intelectual. Por vicioso del pensar.

Por individuo.

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