26 de enero de 2011

soliviantar a un androide


A finales del XIX, el presidente Ulysses Grant, con su foto de Guffie Palmer en la cartera y unos cuantos capitostes yanquis, se llega hasta Egipto para retratarse ante la Gran Pirámide. Los retratados leen solemnemente una declaración en la que, a pesar de reconocerse admirados por el “montón de piedras”, afirman no tener, como ciudadanos libres de los EEUU, intención de dedicar ningún aplauso al faraón constructor, por haberse servido de innumerables esclavos y parias de la tierra para levantar el monstruoso poliedro.

A principios del XXI, el estado francés decide no celebrar oficialmente el talento feroz de Louis Ferdinand Céline, por antisemita.

Muchos, muchos años antes de cualquier cosa, en una galaxia muy lejana, Han Solo aconseja a R2D2 que deje ganar a Chewbacca en una partida de ajedrez estelar, argumentando la inconveniencia de soliviantar a un wookie. C3PO, en gloriosa réplica, le espeta: “... ya, ¡pero a nadie le preocupa soliviantar a un androide!”

Dirá ahora el lector atento: no veo, no se me aparece el hilo, el parentesco, la relationship entre todo esto. Paciencia. Por el momento, digámosle algo al estado francés:

Se acaba no celebrando a los genios hijos de puta porque se empieza premiando literariamente a autores insignificantes por su compromiso moral, social o lo que sea. La cosa va así: como eres comprometido y buena persona, te vamos a dar un premio. ¿Tú escribes? Pues el de literatura.

A las malas personas quedamos en que las castigaban los dioses; a los delincuentes, el poder judicial; a los torpes, el profe de gimnasia. Y el ministerio de cultura, quedamos, no tiene competencias punitivas. Cierto es que de un ministerio no esperamos otra cosa que tonterías. Pero cierto es también que no todas las tonterías son iguales: en la anécdota piramidal de Grant y sus americanitos estaba recién la guerra civil, fresca la sangre, calientes los negreros del sur, jóvenes todos en la historia, trabajándose la identidad con sus firmes declaraciones de nosotros somos esto y somos aquello. Podemos entenderlo, ese ataque de corrección, ese asunto infantil con Keops. Lo entendemos. Y ya otro día hablamos de egiptología.

Céline seguro que odiaba a los judíos. Pero leyéndole, más parece que odiara, o despreciara, a la familia humana enterita, él incluido. Y un misántropo no es tan malo como un antisemita porque su odio no hace distingos. Se sabe que, a la cegadora luz democrática, el adjetivo importa más que el sustantivo, aunque éste, la esencia, sea el odio. El caso es que sea democrático. Entonces, si detestamos a todos cumplimos con la igualdad constitucional. Porque las cartas magnas no prohíben el rencor ni la ojeriza. Solamente les parece de mal gusto señalar con el dedo. Así que, Luis Fernando, escribías como Dios, pero que dice el ministerio que no odiaste correctamente.

Por otra parte, franchutes, la persona de Céline, esto es, el cabronazo, si lo fue, se evaporó hace cincuenta años. Es su nitroglicerina hecha palabra, que pervive impresa, cosida y multiplicada. Y es esa existencia la que habría que celebrar. Muy particularmente, la de la frase que da nombre a este blogue, el cual, por esa razón y no por otra, se ve obligado a salir al paso de las gansadas de nuestros vecinos del norte.

Lo que importa ahora no es la bobada del ministerio galo, sino el porqué de su actitud. No hay aquí la ingenuidad de los gringos subidos a las piedras misteriosas, no hay la inercia deformadora de las revoluciones. No salen de guerras, ni de dictaduras, ni de convulsiones, los gabachos. Actúa como actúa, el ministro, exclusivamente por miedo a soliviantar al wookie. Y volvemos con Han Solo, que respondía así al reivindicativo 3PO: “...porque los androides no arrancáis los brazos al oponente si perdéis; y los wookies, sí”.

No hay más que un centro geométrico de la vida pública contemporánea: los wookies, con nuestras excusas a Chewbacca: asociaciones, agrupaciones para la defensa de cosas; individuos, individuas, amenazantes, ofendidísimos, blandiendo justicias y morales de beatas a la moderna. Luego estamos los androides, que no preocupamos. Y luego están los ministerios, las consellerías y los ayuntamientos.

Que son unos mierdas.

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