29 de diciembre de 2013

la gran odalisca: song for alex


Es La gran odalisca el título de un cuadro de Ingres. La dama que se constituye en obra de arte parece ser que tiene tres vértebras de más, ignoro el cómo de esa cuenta; y las tiene porque el autor consideró el cuerpo femenino más bello cuanto más luengo. Un error que le apuntamos a Dominique.

La gran odalisca es también, y sobre todo, una obra de cómic, tebeo, banda deseñada, arte secuencial, hecha, otra vez, por los maestros gabachos. Vivès, Ruppert y Mulot. Una obra que consta de ciento veinte páginas, en el transcurrir de las cuales uno no puede hacer otra cosa que enamorarse de un personaje. Uno apenas dibujado, que así de sobrado anda el Vivès, y sin exceso vertebral ni nada.

Se discute y no se para acerca de lo adulto y lo juvenil en el cómic. Pero cabría sacar de todo esto una conclusión plausible: dejaos de la temática quejumbrosa, de la vulnerabilidad y la condición aleatoria de lo feliz. Adulto es el cómic que contiene un personaje del que uno se puede enamorar a los treinta, a los cuarenta y así.

Gwen Stacy ya no.

Diréis que esto a qué viene, pero os respondo que enamorarse es el acontecimiento por excelencia de la vida. Lo demás es un rutinario sobrellevar. Y os doy noticia porque además, en este caso, siendo ella de papel, la comparto y os la ofrezco para que todo esto mismo suceda en vosotros, que ya sabéis que el amor no es sino una cosa que sucede.

Alex, se llama. De Alexandra.

Los autores son grandes artistas. Artistas del cómic adulto que manejan nuestros mecanismos íntimos a su antojo puro. Entonces nos enamoramos pronto, como un reloj, de Alex. Cuando ellos deciden que ocurra, en la página veintiséis, en cuanto ella dice, por el móvil que comunica a las bellas y combativas ladronas: tengo un problema con dos señores que quieren que cuelgue.

Maldita sea. No se puede decir eso.

El cómic, en lo demás, en lo que no es enamorarse, está muy bien también. Hay que decirlo. Está lo naif, lo frívolo, lo televisivo, lo estético. Y está el control de los autores sobre todas esas cosas tan resbaladizas. Tiene muy poco texto, menos que una única viñeta de Blake y Mortimer, pero no se echa de menos. Nada se echa de menos. Bastien Vivès es un dibujante de chicas tan bueno que da dolor. No es Manara, no es Altuna y no es Bernet. No se trata de aquí mi diosa, repetida siempre, ahora morena y ahora rubia, como es el caso de estos otros grandes. Las de Bastien son todas distintas y todas reales. Querríamos estar en su secreto.

El caso es que, de nuevo, chicas. Una, segura y competentísima ángel de Charlie del bando de los que sustraen. Otra, no se sabe muy bien, pero discute por el móvil sus amoríos mientras están dando los golpes. Y patina en pelotas. Y más cosas. En una de esas nos enteramos de que lo que quieren ambas es que se acabe hablando de ellas en las canciones.

Mi blog no es una canción. O, a lo mejor, sí. Porque para cantar no son necesarios guitarra ni acordeón ni conocimientos de dorremí. Lo esencial, se decía en Trópico de cáncer, es querer cantar. Y entonces sí, esto es una canción. Estoy cantando.

Para ti canto, Alex.



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