14 de julio de 2010

герой лицо


Observe el lector con atención la cara del que sale en la foto. Abstráigase el lector de eso que parece un gorro ruso y de eso otro que podría asemejarse a condecoraciones militares. La cara solamente.


Si el dueño de esa facha se llamara Anacleto no sería sino un aldeano lerdo y un poco brutal cuya hermana, con la que vivía en la antigua casa paterna, pasó infancia y adolescencia aterrorizada ante sus brotes agresivos y su afición a rondar la queli con la chorra por fuera los gayumbos. A Cleto le dieron una escopeta y con ella dispara lo mismo al enemigo, que a un conejo, que a los menores de veintiseis años. Lo malo es que acierta.

Pero si el tipo de la foto se llamara Vassili, entonces sería ruso. Y lo que en Anacleto era claro signo de retardo intelectual, en Vassili se viene a convertir en carisma puro. Esa mirada, esos dientes, pasan a ser los de un avezado ajedrecista, o boyardo, o cosaco, o cosmonauta. No son nadie, los rusos. Esa escopeta podría haberla inventado él o Kaláshnikov, tanto da. Y en su presencia nos sentimos inferiores, pero tranquilizados por estar bajo la protección suya. Anacleto con su fusil nos los ponía de corbata, aún siendo nosotros de su pueblo.

En el fondo de nuestro ser existe la convicción de que cualquiera que hable otro idioma tiene que ser listo. Da igual que sea el suyo propio; el caso es que ha tenido que aprenderlo, y el ruso no parece nada fácil. Al vecino de al lado, en cambio, un buen día le conocemos las incorrecciones lingüísticas, un simple ”vamos ver”, un inofensivo dequeísmo, y ya se nos viene abajo la confianza en su ser enterito, de manera que si lo vemos empuñar un trabuco de largo alcance salimos despavoridos a entregarnos al enemigo, que al menos, pensamos, tendrá un algo de Gagarin ahí en el plasma sanguíneo.

El tipo retratao es un Vassili, sí. Ya sé que sois listos. Uno de apellido Záitsev, legendario francotirador que se hinchó a matar alemanes en la inverosímil e interminable chifladura de Stalingrado, apostado entre ratas, cadáveres y mugre, día y noche. Dependiendo de dónde leamos, fulminó a 205 o a 419. Dependiendo de dónde miremos, sus hazañas fueron o no exageradas por la propaganda soviética, por eso de la moral de las tropas. Dependiendo, instruyó o no a otros compatriotas en el arte de dar matarile al primer disparo; fue o no amante de otra fría y rubia tiradora llamada Tania.

Me encanta ese nombre.

Fascinados con la historia de este emboscado infalible, se nos fue la perola hasta unos cómics entitulados Hazañas bélicas que por suerte nos dimos prisa en leer hace veintisiete años, no fuera a llegar un ministerio de la paz y la concordia a retirarlos del kiosko. El dibujante era casi siempre Boixcar, y el prota yanqui, de nombre Chuck, Buck o Hank. Y venía de una pradera de Illinois. Casi al mismo tiempo recibía yo de lleno la ola marveliana, plagada también de biempensantes panolis del Medio Oeste. De Záitsev, de Tania, cuánto más estimulantes, no me habló ni cristo, y ya en mi educación empezaron a formarse serias lagunas. Años después veía, sin poder contener lágrimas de solidaridad, cómo en un concurso de misses un miembro del jurado, embajador o así de las Rusias, le preguntaba a una candidata qué sabía de su país. Ella contestó, titubeando un poco, pero poco: que está lleno de gente estupenda. Qué bonita respuesta. De verdad.

Por mi parte, tuve que esperar al vodka para saber algo más de Rusia, igual que tuve que esperar al Céline y al Cimino y a otros más para saber algo de la guerra.

Pero ahora, después de haber leído con atención a Louis-Ferdinand, a Jünger, a Galdós, a Saroyan, a Julio César y a Andrés Aberasturi, me he preguntado sincera y seriamente qué sé yo, exactamente, de la guerra, lo superfluo y anecdótico aparte: ¿qué sé?

Que está llena de gente estupenda.

2 comentarios:

  1. Hay que ver la cara del héroe. Creo que todavía estoy bajo los efectos del pasado domingo, por un momento creí ver a Vassili Iniesta.
    Menudos tipos estos rusos: carrera espacial, el boli no pinta. Solución uno: programa de desarrollo de ingenioso bolígrafo con microbomba que permita ignorar la ingravidez. Solución dos: coger un lápiz.

    ResponderEliminar
  2. Cuántas cosas sabe hacer Iniesta.
    Aunque sólo fuera por lo del lápiz me habría gustado mucho que la carrera a la luna la hubiese ganado la URSS… Por eso y porque la frase histórica sería infinitamente mejor que esa gansada del pasito y el salto. Qué no habría dicho un ruso…

    ResponderEliminar

google analytics